A lo largo de los siglos, la didáctica ha estado estrechamente ligada a la instrucción, como evidencian las obras de Comenio en el siglo XVII. Sin embargo, su definición ha evolucionado, reflejando dos perspectivas: una centrada en la enseñanza como instrucción y otra en la enseñanza como aprendizaje, siendo esta última predominante en el siglo XXI.
Actualmente, la didáctica se concibe como un medio para la transformación educativa y social, no solo centrada en qué enseñar, sino principalmente en cómo enseñar, identificando los procesos de aprendizaje de cada estudiante para guiar adecuadamente su formación. Se apoya en diversas disciplinas como la biología, la psicología, la sociología, la filosofía y la neurociencia para comprender estos procesos.
La didáctica contemporánea busca comprender todos los factores involucrados en el proceso de enseñanza-aprendizaje, desde los contenidos y objetivos hasta el contexto y las características individuales de los estudiantes, con el fin de diseñar métodos efectivos que promuevan el crecimiento integral de la persona. Se reconoce la importancia de incorporar aspectos personales, afectivos, emocionales y relacionales en todo proceso educativo.
Aunque tradicionalmente los procesos de aprendizaje se han asociado principalmente con el contexto escolar, actualmente se reconoce la influencia del entorno social, político y familiar en la práctica educativa. En este sentido, la didáctica se fundamenta en lo ideológico, buscando el cambio y la innovación en la acción educativa.
El papel del docente es fundamental en este proceso, requiriendo creatividad, flexibilidad y capacidad de observación para adaptarse a las necesidades individuales de los estudiantes y crear entornos de aprendizaje dinámicos y enriquecedores. La improvisación se valora como una habilidad profesional que refleja la capacidad de adaptación y aprendizaje continuo del docente.
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